jueves, 10 de marzo de 2011

Un día en su historia

Desde la noche, a mitad del sueño, ya su cabeza no para de pensar. Las angustias no descansan y el tiempo, que despiertos se nos escapa como arena de las manos, en la noche se expande como chicle y se pega a las paredes del cerebro, ocasionando a veces sueños engomados, sucesiones exttrañas de eventos que se mezclaron sin orden alguno o aparente. Esas son las noches que nos agotan y, para colmo, al clarear el alba, tiene la costumbre de encontrar resquicios por donde colarse, la canija angustia... Así que se levanta, cansada, pensando en dónde anotar la lista de cosas que tiene pendientes, pero no hay nada a la mano, ni un pedazo de papel, ni un lápiz. Un miedo incipiente le recorre el cuerpo; es el miedo de no encontrar, en las próximas horas, un tiempo específico para hacer algo. Ese algo que le da validez a su existencia.

Pero ahora no hay tiempo para perder con tal tipo de preocupaciones. En este momento y desde que sonó la alarma del reloj, su trabajo ha comenzado y la primera fase del día debe cumplirse, pronta, efectivamente.  Los niños despiertan, el marido se va, la mente repasa la lista de cosas que no hubo tiempo de discutir con él la noche anterior y se da cuenta, con cierto horror, que los plazos se acercan, que hay que tomar decisiones, pagar dineros, decidir futuros.... y que todo esto se va a convertir en otro peso más que acarrear durante el día. Porque va a tener que dedicarle tiempo a pensar en ello, a buscar la respuesta, el dinero y la decisión a tomar, antes que termine el día. Decisiones, todas, que al tener que ser tomadas unilateralmente, se van a tener que ver en algún momento juzgadas, escrutinadas, criticadas y, finalmente, no hay de otra, aceptadas. Incluso las erróneas.
Encontrando en su mente un cajón medio vacío, mete este último paquetito y lo marca con un "post-it" mental, tan sólo para que no se le olvide que ahí está. Los siguientes minutos son absorbidos por acciones rutinarias, desayunos, platos, limpiar, recoger, ver el calendario cuatro veces, el menú del lunch otras tantas, preparar la lonchera, apurar al niño, y todo, bajo el peso de tratar de hacer lo posible por nutrir de alguna manera a aquellas criaturas bajo su responsabilidad; o al menos de pasarles la lección verbal, como todos los dias, de lo que se debe de comer, de los porqués, de lo importante. Saca vitaminas, la medicina del día, el chocho de la gripa, y sermonea y da lecciones de vida sin parar, pues sabe que a estas alturas no se les puede obligar a comer nada, a vivir su vida de ninguna manera, a que se pongan un suéter, a que estudien y se preparen como si fuera lo único que importara en la vida. A estas alturas, tan solo aspira a que sus palabras sean de algún modo absorbidas y almacenadas, también por ahi adentro, en algún cajón.

El día clarea un poco más y la casa se encuentra de pronto sola. Ella trata de salir bajo cualquier pretexto, pues sabe que si se queda, el hoyo negro que es el cuidado de su casa, irremediablemente se la va a tragar y entonces no tendrá más remedio que dedicarle otro eterno par de horas, a labores tediosamente domésticas.  El escenario es escalofriante, por el peligro que representa; el peligro de malgastar minutos, horas, su vida entera, en hacer que su casa se vea bien... maldiciendo en voz baja a todas esas mujeres que sí salen y se van a trabajar todo el día, y reciben un sueldo y son respetadas por la sociedad; el peligro de enfrentarse con esta realidad y sucumbir al deprimente peso de su injusta calificación universal; el verse así, expuesta hacia sí misma, día tras día, año tras año, su reflejo en el espejo acusándola constantemente: -y todo lo que pudieras haber sido....-. Hay veces que el prospecto de semejante batalla consigo misma es tan pesado, que mejor se postra en el sillón, enciende la televisión y se deja ir.... como el adicto con su heroína, dejando que su mente se vacíe de todo pensamiento, sucumbiendo al sueño del que está despierto haciendo nada. A veces incluso, quedándose dormida. Y así pasan, más minutos y más horas, pero ya no importa porque ella ya no está ahi, en su casa; está en un limbo momentáneo, permitiendo que su ser reestablezca algo de la energía perdida durante la noche, y el día anterior, y la semana completa, y......

Los días que sale suelen ser mejores, si tan solo por el simple hecho de sentir que hay un propósito en su ir y venir. -Si trabajara, definitivamente lo haría fuera de mi casa- se dice a menudo a sí misma. No que importe, porque la realidad nos avienta los prospectos sin previo aviso, rotundamente específicos y sin posibilidad de modificación. Pero es parte de su naturaleza eso de soñar despierta y entonces imagina que todo lo que su artista interior ve, todas esas imágenes que se le atraviesan de vez en cuando, cuando la luz y el ángulo son perfectos, todas esas líneas que piensa cuando en su mente hay paz, que se forman a veces como canciones y otras como tratados sobre cosas que la mueven a opinar apasionadamente, esas notas que se despegan del chicle mental y se acomodan, asombrosamente, en un orden casi perfecto y le incitan a tararear, melodía y armonía al mismo tiempo, los planos detallados y bien trazados del futuro de sus hijos, todas esas cosas que ve entonces, imagina que son parte de un libro, su libro, su creación; algo que es tan hermoso que merece  ser visto y compartido por cientos, miles, millones de personas. Y entonces ya su vida tuvo sentido. Entonces ya pagó su deuda con el cosmos y su lugar en él y contribuyó, consecuentemente, desde su propio material y calidad humanos. En días así, suele sonreir, sola en el coche, imaginando qué grato sería el ser, así reconocida, como las heroínas silenciosas de la historia; aquellas que han hecho y formado belleza, en personas y en cosas, las que han nutrido y fertilizado cambios, bienestar, sobrevivientes, las que han hecho a los hombres cambiar de opinión y no tener más miedo unos de otros.

El día transcurre en sus tonos de previsible normalidad. El paso por el gym, incorporado en su rutina por forzada necesidad de envejecer de manera graciosa, le recuerda que, en esto de no ir reglamentariamente a trabajar como el resto de los mortales, no está sola. El lugar está lleno de mujeres de todas edades y algunos hombres, que se ve no sufren del stress que se percibe fácilmente en los rostros de mareas de seres anónimos, trajeados, apurados, que llenan los trenes a la ciudad a temprana hora de la mañana. A esta hora, se percibe una calma relajada desde los autómatas en sus máquinas, como si estuvieran ahí más por matar el aburrimiento que por necesidad. Salvo por los frenéticos obsesos que hacen spinning, la atmósfera es tan blanda e inapetecible como los programas de tele que pasan a esas horas. Pero es un buen lugar para leer; sentada en su bicicleta, con audífonos que usa para callar el ruido externo, más que para oir música, ella se desplaza por colinas verdes, rodeada de árboles, el tenue olor del mar a la distancia.... y lee y ahora camina por las calles de Moscú, por la costa sur de Japón, por la Habana y la ciudad de México. La fantasía dura lo que tarda en comenzar a sudar. Como media hora o cuarentaycinco minutos. Después, la música la lleva a bloquear imágenes externas y enfocarse en su propio cuerpo y su elasticidad. En sus músculos y el fluir de su respiración, como cuando hace yoga. Pero siempre tiene que irse otra vez, porque la férrea estructura del día insiste en partirse cuando el sol está más en lo alto, los pendientes agolpándose en la entrada de su conciencia, sonando alarmas y recordándole que no, por ningún motivo, se le puede olvidar hacer lo que, curiosamente, se le acababa de olvidar.

Si hay una hora que se pudiera evitar, sería la tarde. Como a las 4:00. Hora funesta, donde se deja asomar trágicamente el fin del día y ella está, como todas las tardes, anclada a su coche, amarrada al volante como con esposas. El movimiento de sus tripas le recuerda que no tuvo tiempo de comer... o se le olvidó, por ahi entre sentarse a tratar de escribir, organizar sus cosas, estudiar, leer, practicar. Pero ya no importa, claro. ¿Cómo va a importar?. El día ya no es suyo, si es que alguna vez lo fue. Ahora es de los otros, de los que necesitan cosas, los que se chupan tu tiempo, tu interés, tu empatía, tus conocimientos, tu habilidad para remendar lo roto, tu memoria, tu absoluta incondicionalidad. Ella dormita en la sala de espera, en el coche, en los dos segundos antes de que suene la alarma que le recuerda que tiene que recoger a su hija de la escuela. Es inútil. Se fue. El día está perdido por completo para ella, quien todavía necesita sacar fuerzas de sus reservas casi vacías, para preparar alimentos y ponerlos en la mesa, ritual de familia que, afortunadamente, le recuerda que esto que hay sobre y alrededor de esa mesa, es obra suya y, aunque a veces fallida, es fundamentalmente una labor de amor. Prudentemente, estos pensamientos la relajan un poco. Si alguna cosa, sus hijos podrán algún día hablar sobre la comida que les preparaba su madre y a veces su padre; sobre lo buenos y malos que eran ciertos guisos y sobre el poder de la conversación. El poder de sus palabras, que a veces hiere... pero otras, nos torna dulces. Ella ve ocurrir estas cosas como una película en cámara rápida, donde las mesas, las sillas, los comedores, los platos y las personas, van cambiando con el paso del tiempo. Sabe que la película continuará, en sucesivos cambios de escenografía y actores, pero siempre la misma escena. Y eso es su vida, hasta ahora. Esta película, que no es su libro pero es otra cosa. La certeza de que somos el cosmos y la existencia efímeros cometas.

Como siempre en las noches, trata de que no la invada el sueño; ¿cómo desperdiciar estos momentos de total falta de trabajo y actividad?. Ya checó tarjeta. Ya acabó y ahora quiere salir a jugar... pero es de noche y, además, está terriblemente cansada. Sin embargo logra, a fuerza de pura necedad, salir al recreo, el suyo; al lugar donde sabe que hay otros que gozan lo que ella y se permiten desvelarse juntos, fuera de sus casas y sus responsabilidades. Almas de niños cansados que todavía pueden echarse una última vez de la resbaladilla y que, alegremente, esa termina siendo la mejor de todas, cuando el cuerpo se deja ir, libre y cerramos los ojos para que la sensación nos envuelva desde todos los frentes. Esas noches, al llegar a casa, no puede dormir porque su ser fue inyectado por esa buena dosis de vida. Entonces se sienta, en la silenciosa soledad del sillón y la televisión, pensando en qué haría, qué cosas sería capaz de crear, si el día tuviera más horas. ¿Lograría escribir su magnus opus?, ¿intentaría salir de casa y atacar las fallas del mundo una por una?, ¿buscaría quién la empleara para usar su tiempo en algo aparentemente importante y necesario, so pretexto de recibir un cheque a fin de mes?. Pensar en dinero la deja callada y melancólica. Desgraciadamente, ella no lo tiene. Por años, su moneda ha sido su dedicación hacia los demás. Su modo de comercio, el trueque. Su cuenta de banco, una caja enorme llena tan solo de recuerdos, viejas fotos, escritos, dibujos, cuadernos y exámenes, dientes de leche, mechones de pelo, figuritas del árbol de navidad, películas caseras, cartas de amor y cartas a Santa Claus, viejos recibos, letras de canciones, una guitarra, la voz de sus padres.
En la infinita soledad de su almohada, se pregunta si ella es rica, o tan solo un objeto más en aquella colección.

4 comentarios:

  1. Hermana, eres una chingona, no te quepa la menor duda. Y ya me hiciste llorar... otra vez.
    Te quiero mucho!!

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  2. Describiste mi vida, mis dudas, mis inquietudes como si te hubieras metido en mi mente, nadamás que mucho mejor de lo que yo lo hubiera podido hacer. Que maravilla que puedas convertir en un escrito tan bueno lo que a veces se vive como tedio cotidiano. Y describiste perfectamente bien los tesoros que tenemos en el banco.

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  3. Amiga!!! pero si desbordas talento, solo con leerte uno se conmueve y viaja a tu lado y se convierte en ti. ¿Y sabes lo más chistoso?, es que la contención te está dando alas. Por que ya estás volando y parece no te has dado cuenta!!!
    ¡felicidades amiga!

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  4. eres rica, y se me ocurre que tu moneda, tu modo de comercio y tu cuenta de banco tienen mucho mas valor y riqueza que el "dinero" como tal, además no se devalúan con el tiempo; tus otras creaciones a la vez que te demandan o "quitan" tiempo, también te aportan elementos, entre otras cosas útiles para estas nuevas creaciones, mismas que ya tienen un valor hoy y no hasta el dia que te reditúen económicamente lo cual estaria muy chido también

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