sábado, 19 de febrero de 2011

Hoy es nueve de febrero.

Hoy es nueve de febrero.
Hoy te fuiste, papi. No quisiste esperar más. Y bueno, tú siempre con la prisa...; el doctor dijo 36 horas de suero y luego vemos. No llegaste a 12. Apenas media botella. Digo, ya bastante hastiado estabas, con tus ojitos apagados y mirando solo para adentro... preparándote, yo creo.
Mi mamá se pregunta qué tanto andabas pensando. Conociéndote, como mil cosas a la vez... y preocupándote por tu familia. Pero al final nos hiciste caso, quiero pensar; tanto dícete y dícete que no te preocuparas, que te fueras tranquilo, que aquí todos bien...

Ayer en la noche estabas muy  inquieto. Mirabas, ahora sí, hacia afuera. ¡Papi!, te dije y te abracé. Ya va a pasar, ya viene la paz... mi mantra personal. Soltaste una lágrima...así y con todo lo reseco que estabas. ¿Hay algún truco médico ahí que no me explico?
Hoy, justo antes de irte, como a las 10:43, cuando se te estaban yendo los suspiros últimos, miraste hacia afuera por última vez. A tu familia. Y soltaste otra lágrima.
Lágrimas de mi papi, que ya viejito lloraba mucho y por todo.

Pareces Don Quijote, ahi acostado, dice mi madre. Un caballero que no cabía en estos reinos de hoy en día, pues ya no hacen ni a los caballeros ni a las causas tan nobles como antes. Pero tú eras de esos. Tu guitarra como lanza, tu canto tu Rocinante, mi mamá tu fiel Sancho Panza. Los opresores y asesinos, los injustos y utilitarios, los mentirosos y los cobardes... tus molinos. El mundo, tu México, el Caribe y Veracruz..... tus Dulcineas.

Ay, papi, papi, papi, ¡cómo te voy a extrañar, coño!. Desde hace tiempo que te extraño, pues me fui lejos; y los últimos años, por teléfono, tu voz se iba oyendo cada vez más quedita, más tenue.
Ronquido a ronquido, tu voz fue lo primero que fuiste perdiendo. ¿Y qué puede hacer un caballero sin su caballo?. Ya lo sabias, en ese momento, que ese era el principio del final. Por eso todavía diste un último concierto, ahi en Tlalpan, pese a que cantar en público era una de esas cosas que ya, de plano, no querías hacer; donde que siempre has sufrido de pánico escénico... más la neuras y la angustia. Mala combinación. Pero hasta ahí fuiste y cantaste, necio que eres, con todo y el nervio, con todo y la memoria fallida... y, sobrta decirlo, fuiste un éxito ¡avasallador!. La gente te quiere, papi, porque les das lo mejor de tí, siempre, siempre, siempre. Y el público deja la sala lleno de alegría, lleno... lleno de gozo y placer. Lleno de tí.

Nunca te diste en tintas medias; y como padre, a veces no estabas o eras, afectivamente, algo distante. Pero tu brazo paterno, tu mente, tu idea de padre, tu dedicación total a tu familia, tu presencia, fueron, siempre de los siempres, constantes. Seguros como un faro, tus mayores atributos, tus sólidas virtudes, tu enorme sabiduría, tu entrañable cariño, nos guiaron siempre.

Sabiendo que era el último, nos dejaste un disco de despedida. Un disco del que tú sólo te ocupaste de seleccionar cada canción para hacerlo. Qué tino más absoluto tuviste, al incluir aquella de Machado que canta Serrat... canción que escuchamos junto a tí Mila y yo en tu cama, y que cuando dices "soy en el buen sentido de la palabra, bueno" las dos afirmamos "oh, sí!. Y entonces ya no puedo contener el llanto, pues siento que en cada frase te estás despidiendo:
"Y cuando llegue el día del último día,  y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontrareis a bordo, ligero de equipaje... casi desnudo como los hijos de la mar."

Te quiero papi. Te quiero.

1 comentario:

  1. No sabes como admiro tu capacidad para escribir, te estimo mucho y te mando un abrazo cual hermano. Atentamente
    José Mario

    ResponderEliminar