jueves, 17 de febrero de 2011

A mi padre, quien poco a poco nos iba dejando.

8 de febrero, 2011.

Hace tiempo que estás cansado, porque has hecho todo y más en este mundo. Y porque has gozado de más y vivido en pleno. Porque nunca te faltó energía para nada... hasta hace solo un par de años, que se te empezaron a olvidar las cosas y te cansabas al caminar... y tu flaco cuerpo se enfriaba con todo.
Y tú ya lo sabías, que no te faltaba mucho. Siempre has sabido todo; ¿cómo le haces?. Todo te preguntaba yo y todo lo sabías, aún cuando no fuera algo de tu conocimiento, porque entonces tú preguntabas y los expertos te respondían y entonces, de nuevo, todo lo sabías.
Quizás no supieras de las cosas que vienen en los libros de ciencia, pero para todo lo demás, para todo lo que tuviera que ver con el mundo de las personas y del más allá y el más acá y los caminos y los porqués... eso todo lo sabías. Como sabías que te faltaba poco y nos lo fuiste avisando, de alguna u otra manera.
Sin embargo, ahora tienes miedo... de todo, dices. Porque con todo lo que sabes, creo que de la muerte no sabes mucho, salvo lo que te han contado, que o significa nada pues cada quien experimenta su muy particular manera de morir. Y porque siempre has sido, de corazón, escéptico y aquello de morirse para irse al cielo como que te sonaba a algo.... no enteramente posible, creo yo. (Y a todo esto, probablemente no esté yo más que proyectándome, pero en realidad no hago más que hablar desde la seguridad intuitiva de que tú y yo siempre nos supimos entender, de pensamiento más que de palabra).
Sin embargo y pese a tu inconstante catolicismo, ahora esperas rendir cuentas con tu dios; ese del que me explicabas que vive dentro de tí, dentro de cada quién, no en ningún lugar ni bajo ninguna forma definida. En tí, nomás.
¡Ah! pero este dios no se apiada de tí, dices, no para tu sufrimiento y te lleva de una vez, por más que se lo has pedido estos últimos días. Pero el prospecto, por otro lado, de que te lleve, no es tampoco tan grato, ni lindo, ni calientito.... ¿no? o ¿a dónde chingados? ¿o a ningún lado?. Y tú tienes miedo, de todo, dices. Y con razón... pero no tanto.

Cuando Rodrigo, mi buen amigo Rodrigo a quien conociste bien pues prácticamente vivía en la casa, aquellos años durante la prepa y después, en fin, que cuando él estaba por morir, su muerte joven e injusta, estaba lleno de pánico y angustia. Se aferraba con todo a la vida, con todo y lo mucho que había estado sufriendo lo últimos meses. Yo traté de apaciguar sus miedos, una tarde desde la distancia, por teléfono, que era cruel jugada del destino que no pudiera estar ahi, abrazándolo, reconfortándolo. Y le dije que no se aferrara más, que ya iba a dejar de sufrir, que tan solo tenía que dejarse ir....en paz: "no te preocupes, que ya vas a descansar...". Pero a él no le gustó que le dijera yo estas cosas, tanto coraje tenía de tener que sucumbir a algo contra lo que luchó tanto por tanto tiempo. Sin embargo me escuchó y al final le dije lo que más le quería decir: que iba a estar él siempre conmigo y yo con él, en cada pensamiento y en cada recuerdo. Que lo quería mucho.

Murió tan solo un par de días después y me cuentan que, en el sueño de una de sus queridas amigas, Rodrigo llegó bailando a una fiesta. ¿Ves papi? Uno se va, pero se va bailando, o cantando, o pintando... lo que tu espíritu sepa hacer. Porque ese espíritu, alma, lo que sea, ESE nunca deja de existir, tan solo se transforma. Se transforma en la alegría y el amor que dejaste en el mundo, por más cursi y lugar común que suene. Lo que es un hecho es que, cada vez que bailemos guaguancó, cantemos boleros, escuchemos sones.... cada vez estarás presente. ¡Imagina! ¡Qué privilegio!

17 de febrero, 2011.
Decían en tu funeral: "¡Vaya reventón que están formando allá arriba! con Eugenio (Toussaint) y el Negro; y ahí está el Marcial (Alejandro) también, y te estarás echando tus cubas con Pepe, Luis, Segundo; y Marielena (Ortiz) que vino por tí y te va a llevar de la mano, para que no te pierdas..."
Quiero pensar que Rodrigo vino a verte y se sentó a platicar, como antes lo hacía, y revivieron momentos y te habló de cómo el se fue bailando y que hace apenas unos días escuchó unos sones jarochos y se acercó a ver de qué se trataba y te vio reir y gozar de las décimas que tus amigos te regalaban. Seguramente le habrás dicho: ¡Qué pasó, artista! ¿Cómo te quedó el ojo con este fandanguito?

No hay comentarios:

Publicar un comentario