viernes, 18 de febrero de 2011

Un cuento para antes de dormir.



Un pez navega tranquilamente por el mar. De pronto se topa con un semáforo en rojo. 
–¿qué es esto?- se dice aquel. Por un momento duda si seguir su camino o detenerse.
–Pero, esto es extraño- piensa. –si alguien necesita que me pare aquí, ¿porqué no me lo dijo antes?; no veo nada a mi alrededor que indique que es peligroso seguir de largo por esta via…-. El pez se debate largamente. Finalmente cambia la luz y se pone en verde, pero nuestro pez parece que no quiere actuar en base a lo que le indica una mera señalización de tráfico. Pausa. Se espera. Siente ganas de manifestar su oposición, pero no se ve nada ni nadie. Finalmente, y con fastidio, decide avanzar, sólo para chocar de frente con una tortuga que nadaba parsimoniosamente. -¡Pero qué hace! ¿qué no ve que se pasó la luz roja? ¡¡es mi turno de avanzar!!-. La tortuga lo mira perpleja por un buen rato…. 
–y bueno- responde finalmente, -¿que no se supone que usted debía de haber pasado por aquí hace ya un buen rato?; según mis cálculos, y conociendo el tipo de pez que es usted, suponía yo que, a estas alturas, ya estaría usted bien allá….. lejos…. ¿Es que algo se le perdió aquí, o porqué lleva aquí parado sin moverse todo este tiempo?-
Viendo que sus preguntas sólo aumentaban la confusión del pez, la tortuga se disculpó galantemente y continuó tranquilamente su camino, no fuera a ser que, encima de haber perdido el tiempo esperando un cambio de luz, nuestra compañera fuera a promover más estancamientos.
El pez la vio alejarse, lenta, segura.
-¿¡Qué carajos pasó aquí!?- se dolía el pobre infeliz.

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