lunes, 21 de febrero de 2011

Palabras para el Negro en su despedida.


Este texto lo escribí en el avión antes de su cumpleaños, cuando mis hermanos me dijeron que estaba muy enfermo… y, sin palabras, que éste podría ser el final.
Me salió lo que escribí como una elegía, aunque él seguía vivo. Hasta culpable me sentí… Por eso se oyen partes en presente y otras no.
A petición general, no lo edité, salvo por algunas correcciones gramaticales. Todo brotó solito, como un río. Como el río en el que nos embarcamos todos estas últimas semanas, con su cauce seguro y tranquilo, pero definitivo. Espero que mis palabras le hagan justicia.
Febrero 11 de 2011.



25 de enero, 2011.


Todos te dicen el Negro, y yo me preguntaba porqué no te decían café, pues negro nunca has sido. Sólo tu corazón africano, cubano y jarocho, mulato como tu abuelo Sotero. De nariz ancha, pómulos altos. De corazón sincero y alma generosa.

Todos te conocen como el Negro; trovador, cantante, difundidor de la música, alma de todo guateque y rumbeada; maestro, mentor.
Yo te conozco como mi papá. Mi papi. Pá. Que me enseñó a manejar y a acampar. Que me enseñó boleros en la guitarra y que me enseñó la importante lección de no tomar las cosas demasiado en serio, sobre todo las tragedias. La vida siempre continúa y es más importante levantarse y aprender de las caídas, que quedarse tirado lamentando tu pobre suerte.
Mi papá era creyente, pero no nos impuso ningún dios, ningún dogma; con la misma filosofía sobre la vida, nos mostró que hay cosas inevitables y que el destino es parte de quien somos. Ya iremos descubriendo cuáles son nuestras creencias, pero antes, hay que aprender a vivir. Y vivir, para mi papá, era la razón de ser y estar en este mundo. “Vive al máximo, pero con responsabilidad. Nunca hagas daño a otros. Sé generoso y no mires a través de lentes o velos; todo ser humano es digno, es admirable, merece de tu ayuda y tu tiempo”.
De mi padre heredé, ergo, una terrible confianza ciega en el prójimo. No importa cual sea la situación, siempre voy a creer primero y desconfiar después. Lo curioso es que, y a la fecha, 44 años después, han sido muy pocas las ocasiones en que he sido decepcionada o en que alguien haya abusado de mi confianza. Y finalmente, si algún maestro talachero decidió robarse las tijeras nuevas, o la sierra o ¡cualquier cosa! que estaba ahí, tan al alcance de su mano…..mi papá no se amargaba, ni cerraba con llave las puertas; simplemente se resignaba a que alguien que necesitaba algo había decidido ganárselo por el camino fácil. Pero ese no es más que un individuo dentro de toda una humanidad. Y las puertas volvían a abrirse y el talachero volvía a entrar y la confianza volvía a ocupar su lugar hasta arriba de la lista.
Confianza y generosidad. Vida y presente. Alegría y entendimiento de la tristeza. Fortaleza para estar y dar siempre lo mejor de uno. Familia y querencias por delante. Humanidad ante todo.

Todos conocen al Negro y le saben su naturaleza positiva, solidaria e igualitaria. Su socialismo y amor por los revolucionarios. Su total dedicación por causas justas, incluídas las propias a nivel del arte y la música en nuestro país.
Todos le conocen su talento, su temperamento para cantar, su musicalidad.
Otros afortunados, le conocen su generosidad y apoyo incondicionales.
Sus más cercanos le conocen sus exabruptos, su poca fina manera de comer y su terrible manera de manejar.
Nosotros, le conocemos sus debilidades y sus carencias y su necesidad, por ello, de ser a tiempos autoritario, crítico y torpe en sus afectos. Mi mamá ayudó a establecer un equilibrio casi perfecto al respecto, maestra como es ella en las artes de ser madre, esposa y maestra.
Nosotros conocemos al hombre que siempre quiso más, pero no pudo. Que secretamente se lamentaba no haber cursado una carrera, competir con los otros padres de amigos nuestros, académicos, profesionistas. Pero es admirable, creo yo, que en su realidad de niño problema, de adolescente rebelde, de posible decepción para su padre, médico, es admirable que haya crecido hasta ser quien es; quien fue. Un hombre, artista, padre de familia, orgulloso de levantarse y levantarnos graciosamente con él, con su sudor y esfuerzo y tan sólo el 100% de su talento y capacidad de darse hacia nosotros.

Lejano, indiferente a veces, controlador pero al mismo tiempo confiable. Nos regalaba verano a verano viajando en carreteras por todo México, enseñándonos que la vida es siempre mejor cantando (pero afinados, por favor!) y que no hay nada más bello que Veracruz….bueno, salvo mi madre a quien toda la vida mencionaba de nombre, dormido, despierto, mientras se bañaba mientras se perdía en la contemplación. Siempre nos daba mucha risa…y algo de ternura.

Puedo perderme en ejemplos y detalles de todo cuanto fue, al menos para mí; mi papá, no el Negro. Mi papi que me escuchaba hablar y siempre tuvo una respuesta para mis eternas preguntas….pero quien pocas veces me preguntó. Siempre supo que acabaríamos bien, yo creo, y depositó su confianza característica en nuestras decisiones, incluso en las que no estaba de acuerdo.
Pocas me preguntó algo; una de ellas, si estaba yo segura de quererme casar con Fernando, a quien había prácticamente conocido hacía apenas dos semanas. Nunca cuestionó mi respuesta; siempre me dejó hacer. Finalmente, su trabajo y el de mi madre estaba ya hecho, y lo único que podía hacer, era sentarse y ver, admirar, divertirse intrigarse con en quiénes nos convertimos.

Fue padre para nosotros y para tantos más de quien fue mentor. Con la misma confianza hacia ellos, con el mismo cariño. Su amor se siente presente aquí y en tantos ríos de música y verso; porque la vida es para vivirse y ahora te vas como lo hiciste: “llanero en todos los llanos, seré siempre hasta morir”*.


Tu hija, tu coruquis planchis,
Andrea Ojeda


*de las décimas de Don Guillermo Cházaro Lagos. Tlacotalpeño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario